Rafael y Ana Lusia son un matrimonio que pasaron toda su vida en Maracaibo, Venezuela. Sin embargo, en 2016, los caminos empezaron a desviarse y crear nuevos rumbos cuando uno de sus dos hijos decidió mudarse a Chile en búsqueda de mejores oportunidades.
Este fue un golpe duro para la pareja ya que la familia era muy unida y ver a uno de ellos viajar a un país a miles de kilómetros de distancia no es fácil de superar. Es por eso que decidieron visitarlo una vez al año y aliviar ese dolor.
De esta forma, decidieron verlo cada año. Pero, en 2018, todo cambió. Rafael y Ana Lusia fueron a pasar las vacaciones a Chile como era costumbre y su hijo les dijo algo inesperado…pidió que se quedaran en el país.
La petición llegó de manera abrupta, puesto que ellos tenían planeado quedarse por unos días. Rafael comprendió, en un primer momento, que eso era una buena oportunidad para su familia, dado que la situación en Venezuela era cada vez más compleja bajo la dictadura de Nicolás Maduro, donde el costo de vida subía y los servicios básicos escaseaban.
Sin embargo, para Ana Lusia, la decisión fue mucho más difícil de tomar. En Venezuela se encontraba su otro hijo y sus dos nietas. Tenían amistades que sabían que iban a extrañar.enormemente. Pero, pese a ello, la realidad era clara. Las condiciones en su país eran cada vez más adversas e iniciar una nueva etapa en Chile podía significar una nueva oportunidad de prosperidad.
Los primeros días radicados en Chile no fueron sencillos, no sólo porque estaban lejos de sus seres queridos, sino que, tampoco, podían encontrar empleo pese a sus títulos profesionales. Rafael era técnico en construcción, pero las puertas se le cerraban por su edad avanzada. Tenía 68 años.
Ante la difícil situación, el matrimonio tuvo que salir en búsqueda de ayuda. Ahí, conocieron la parroquia San Andrés ubicada en la comuna de Santiago a pocas cuadras de donde vivían. Recibieron donaciones de alimentos que caían como maná del cielo durante sus días de cesantía.
Así, la pareja fue concurriendo cada vez más a la iglesia a recibir las colaboración. Poco a poco, iban conociendo a más personas que trabajaban en el entorno. Hasta que un día, un amigo les preguntó si querían formar parte de la comunidad.
La invitación llegó como una bendición, dado que no podían encontrar empleo. Entrar a colaborar en la parroquia San Andrés les permitió alcanzar una nueva oportunidad.
De esta manera, ellos consiguieron llegar a un nuevo lugar donde aportar y desarrollar una parte de sus vidas, haciendo lo que una vez recibieron; ayuda. Ahora, apoyan a familias que se encuentran en situaciones parecidas a la suya.
Trabajar en el templo era algo que no se imaginaban cuando llegaron al país. Pero, los caminos de la vida los trajeron ahí. Hoy, ellos se sienten agradecidos por tener la oportunidad de colaborar y asistir a aquellos que lo necesitan.
Por: Camilo Inssen y Nicolás Julio